Martín Guevara
![]() |
Exiguos manifestantes en protesta contra la presencia
de Yoani
Sánchez en Burgos
|
Ayer me ocurrió algo curioso que sin pretenderlo,
encierra el meollo de uno de los asuntos en los que más me interesa incidir, de
los que más me placen reflexionar e invitar a hacerlo. Yoani Sánchez fue la
motivación.
Asistí al final del III Congreso de i-Redes en la ciudad
de Burgos para escuchar a Yoani Sánchez y de paso saludarla. Ambos objetivos
quedaron más que satisfechos, incluso pude invitar a Yoani a leer el homenaje
que había escrito unos pocos días antes a ella y a su esposo.
Una vez que terminó el acto me apresuré a salir para
evitar la muchedumbre en la entrada del edificio del Fórum y en su lugar
encontré apostados bajo el día fresco y las gotas de llovizna, a un grupo de
unos 14 o 15 manifestantes contra la filóloga, bloguera y periodista cubana.
Los con toda probabilidad poco espontáneos voceros portaban banderas de Cuba y
del Partido Comunista español. Había el triple de policías antidisturbios que
manifestantes esperando que saliese Yoani del edificio. Me quedé de pie a un
costado dispuesto a asistir a un espectáculo más de repudio, sin embargo con
estos actores en escena, sentía por dentro la fricción de la contradicción.
Comisión de
repudio
Los jóvenes que la esperaban para gritarle tenían la
misma pinta que ella y que los jóvenes contestatarios y antisistema habaneros
que asisten a sus cursos de blogueros, a sus reuniones de arte contracultural.
Incluso puedo aventurar que mi simpatía habría estado al cien por ciento del
lado de esos escasos jóvenes que desafiaban el mal tiempo, si en lugar de ir a
gritar improperios a una chica de su misma especie irreverente, hubiesen estado
allí para interpelar a las autoridades del Ayuntamiento, la Diputación y la
Junta de Castilla y León, que también estaban adentro para la entrega de
premios, mezclados con medios y periodistas de izquierdas y de derechas.
A los cinco minutos de estar de pie esperando un
desenlace cuando la multitud de pesados y reporteros de adentro le permitiesen
salir a Yoani, pasaron del otro lado de la avenida, en el paseo del río, dos
jóvenes con cinco perros de raza de pelea, que comenzaron a insultar de un modo
extremadamente violento a los militantes de izquierdas, gritaban consignas
nazis y levantaban el brazo en señal de saludo hitleriano. El incidente duró un
tiempo corto pero tenso, y la policía no hizo nada por impedirlo.
Entonces yo me acerqué a un policía de los que en los
últimos tiempos tienen como trabajo romper cabezas de desahuciados y de
inconformes con el gobierno, y le comuniqué que las manifestaciones de esos
individuos, aparte de ser agresivas eran anticonstitucionales, ilegales y
conformaban una apología al terrorismo; me miró de arriba a abajo, y se movió
un poco desconcertado al ver que yo era un asistente al congreso e intercedía
en favor de los contrarios al mismo. Lo que no sabía el policía es que además
estaba allí por mi admiración a Yoani, pero también a esos jóvenes cuando salen
a defender los pocos derechos vírgenes que aún nos asisten.
La tensión se disipó cuando los dos pichones de
criminales siguieron su camino con sus perros de presa. Entonces me giré y vi
dentro del recinto ferial, cómo el periodista Ander Izagirre, quien también
había sido premiado en aquel acto, bajaba con su comitiva de amigos por un
ascensor y sonreí recordando que unas horas antes al llegar al lugar, mojado
por la llovizna, me había reprochado el haber dejado el coche a tres manzanas,
al constatar que había un parking público subterráneo en el mismo edificio.
Me alegré por el mitin que se ahorraría la valerosa
bloguera, pero no puede dejar de sentir una brizna de pena por la esterilidad
de la reunión de aquel pequeño grupo.
Contra la intolerancia
Instantáneamente recordé el estilo de los jóvenes
rebeldes cubanos contra la intolerancia, contra la sinrazón y la represión, y
pensé que el único sitio de la ciudad donde se los podría ubicar en ese
instante si se los trasladase por abducción en tiempo y espacio a la fría
Burgos, sería dentro del reducido grupo de aquellos enrojecidos indignados.
También pensé que una vez culminadas las entrevistas, a
Yoani la invitarían a comer los representantes del gobierno de Burgos, que eran
lo más parecido estéticamente a aquellos gordos sebosos con guayabera ostentadores
de cargos políticos en Cuba, que tanto la odian y persiguen por su arrojo y
claridad en su posicionamiento. Y por último no pude dejar de pensar que
aquellos policías que estaban para protegerla, eran lo más parecido a los
efectivos de la Seguridad del Estado que en La Habana se esmeran en hallar
maneras de no dejarla en paz.
![]() |
Una foto con Yoani Sánchez antes de la despedida
|
Aquel escueto hato de militantes comunistas me recordaron
al personaje Ira Ringold, de la novela Me casé con un comunista, de Philip
Roth, quien decía de su criatura de la ficción, que era asombroso ver como un
hombre que no había temido en absoluto, a toda la policía junta y la sociedad
entera en su contra, sin embargo era incapaz de discutir la más mínima
ordenanza del Partido.
Es una de las más brillantes observaciones que he leído
en mi vida, ya que en efecto llama la atención como todo el enorme caudal de
valor necesario para ser comunista en una sociedad de mercado, se convierte en
humo, se evapora frente a las controvertidas, caprichosas, increíbles y a
menudo vergonzosas órdenes que se imparten en el seno del Partido y que deben
ser cumplidas a rajatabla.
Por supuesto no sé que le habría parecido mi observación
a Yoani, pero al conocer su prosa, sus deseos de concordia, de suma más que de
resta, de respeto por la libertad de los individuos y sus ideas, me place
pensar que habría convergido en algún punto con esas sensaciones de apariencia
contradictoria y paradójica, pero de una coherencia tan fiel en el relato, como
compleja de interpretar.
Me fui de allí antes que los militantes, antes que los
políticos, antes que los premiados, quería evitar el riesgo de llegar al bar de
los mejores pinchos de morcilla de Burgos con cebolla caramelizada cuando ya
estuviese abarrotado de unos o de otros. Se trata de una delicatesen que
prefiero saborear acodado a la barra, en silencio y en solitario.
Martín Guevara,
sobrino del Che Guevara. Vivió como refugiado en Cuba por 15 años y permaneció
en La Habana hasta 1988. Actualmente reside en España y escribe un libro
testimonial sobre su experiencia cubana y el peso del mito que rodea a su
célebre tío guerrillero.
Café Fuerte, 10-03-2013
Nenhum comentário:
Postar um comentário
Não publicamos comentários de anônimos/desconhecidos.
Por favor, se optar por "Anônimo", escreva o seu nome no final do comentário.
Não use CAIXA ALTA, (Não grite!), isto é, não escreva tudo em maiúsculas, escreva normalmente. Obrigado pela sua participação!
Volte sempre!
Abraços./-