sábado, 23 de junho de 2012

Dilma y Cristina

Las presidentas de Brasil y Argentina se niegan a reconocer a nuestro gobierno constitucional con el notable argumento de que son amigas del destituido Fernando Lugo, como si nuestro país fuera una especie de feudo que debe ser gobernado no por el pueblo paraguayo sino por un delegado de ellas, cuyo poder depende del cariño que ellas sientan hacia él.
O ex-presidente Fernando Lugo, foto: Norberto Duarte/AFP
Enrique Vargas Peña
Bueno, al menos eso es lo que se desprende de las declaraciones en las cuales ambas presidentas simplemente hacen como si nuestra Constitución fuera papel mojado y como si el Congreso Nacional fuera una especie de apéndice descartable del edificio institucional paraguayo.
Ambas presidentas actúan como si los sucesos de Curuguaty no hubieran ocurrido; como si los paraguayos estuviéramos condenados a resignarnos a que desde el gobierno se destruyeran nuestras libertades; como si los cuatro mayores partidos políticos de nuestro país tuvieran menos representatividad que el muy respetable pero muy pequeñito Frente Guazú.
Ambas presidentas dan por sentado que el tamaño de los dos grandes países que dirigen fuera un elemento disuasivo capaz de obligarnos a aceptar el “diktat” que pretenden imponernos.
Para hacer frente a tanta arrogancia, me permito recomendar al presidente Federico Franco que no actúe con la debilidad de un gobernador de provincia, sino con la energía del propietario del siete por ciento de la energía que le subsidiamos a Brasil y de aproximadamente doce por ciento de la energía que le subsidiamos a Argentina.
El presidente no debe permitir que Dilma o Cristina olviden que la mitad de Itaipú y la mitad de Yacyretá son nuestras.
Le pido a Federico, se lo exijo como ciudadano común, que dialogue con Brasil y Argentina no con la pequeñez de un gobernador de provincia, sino con la fuerza de quien no debe otorgar el voto paraguayo para el asiento de Brasil en Naciones Unidas sin obtener a cambio fuertes, duraderas y garantizadas ventajas a cambio.
Argentina nunca más debe contar con ningún apoyo paraguayo a sus reclamos imperialistas sobre las islas del Atlántico Sur. Espero que Federico sea capaz de comprender que allí tenemos un elemento para cobrarle a Cristina Fernández su liviandad y su atrevimiento.
Espero que Federico no se ubique frente a Dilma y a Cristina como un pobre gobernador de provincia, sino con la seguridad de ser el presidente del país que tiene mucho más interés en tratados de libre comercio con Estados Unidos y el resto del mundo que en mantenerse en la asfixiante sociedad llamada Mercosur.
Creo que Federico Franco prefiere ser un gran presidente antes que un patético gobernador de provincia, pero para eso hay que perder el miedo que pretenden imponernos Brasil y Argentina y hay que actuar con eficacia, con dureza, sin miramientos.
Si no actúa así, Federico integrará la lamentable lista de entreguistas que vendieron los intereses nacionales por las propinas de Itaipú y Yacyretá para pagar a operadores políticos, a la que se sumó desde 2008 Fernando Lugo.
Enrique Vargas Peña, La Nación, Paraguai

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