Las presidentas de Brasil y
Argentina se niegan a reconocer a nuestro gobierno constitucional con el
notable argumento de que son amigas del destituido Fernando Lugo, como si
nuestro país fuera una especie de feudo que debe ser gobernado no por el pueblo
paraguayo sino por un delegado de ellas, cuyo poder depende del cariño que
ellas sientan hacia él.
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O ex-presidente Fernando Lugo, foto: Norberto Duarte/AFP |
Enrique Vargas Peña
Bueno, al menos eso es lo que
se desprende de las declaraciones en las cuales ambas presidentas simplemente
hacen como si nuestra Constitución fuera papel mojado y como si el Congreso
Nacional fuera una especie de apéndice descartable del edificio institucional
paraguayo.
Ambas presidentas actúan como
si los sucesos de Curuguaty no hubieran ocurrido; como si los paraguayos
estuviéramos condenados a resignarnos a que desde el gobierno se destruyeran
nuestras libertades; como si los cuatro mayores partidos políticos de nuestro
país tuvieran menos representatividad que el muy respetable pero muy pequeñito
Frente Guazú.
Ambas presidentas dan por
sentado que el tamaño de los dos grandes países que dirigen fuera un elemento
disuasivo capaz de obligarnos a aceptar el “diktat” que pretenden imponernos.
Para hacer frente a tanta
arrogancia, me permito recomendar al presidente Federico Franco que no actúe
con la debilidad de un gobernador de provincia, sino con la energía del
propietario del siete por ciento de la energía que le subsidiamos a Brasil y de
aproximadamente doce por ciento de la energía que le subsidiamos a Argentina.
El presidente no debe permitir
que Dilma o Cristina olviden que la mitad de Itaipú y la mitad de Yacyretá son
nuestras.
Le pido a Federico, se lo
exijo como ciudadano común, que dialogue con Brasil y Argentina no con la
pequeñez de un gobernador de provincia, sino con la fuerza de quien no debe
otorgar el voto paraguayo para el asiento de Brasil en Naciones Unidas sin
obtener a cambio fuertes, duraderas y garantizadas ventajas a cambio.
Argentina nunca más debe
contar con ningún apoyo paraguayo a sus reclamos imperialistas sobre las islas
del Atlántico Sur. Espero que Federico sea capaz de comprender que allí tenemos
un elemento para cobrarle a Cristina Fernández su liviandad y su atrevimiento.
Espero que Federico no se
ubique frente a Dilma y a Cristina como un pobre gobernador de provincia, sino
con la seguridad de ser el presidente del país que tiene mucho más interés en
tratados de libre comercio con Estados Unidos y el resto del mundo que en
mantenerse en la asfixiante sociedad llamada Mercosur.
Creo que Federico Franco
prefiere ser un gran presidente antes que un patético gobernador de provincia,
pero para eso hay que perder el miedo que pretenden imponernos Brasil y
Argentina y hay que actuar con eficacia, con dureza, sin miramientos.
Si no actúa así, Federico
integrará la lamentable lista de entreguistas que vendieron los intereses
nacionales por las propinas de Itaipú y Yacyretá para pagar a operadores
políticos, a la que se sumó desde 2008 Fernando Lugo.
Enrique Vargas Peña, La Nación,
Paraguai
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