A mi edad no es agradable saber que el país que he
amado quede en las ruinosas condiciones actuales. La Venezuela de hoy
continuará existiendo de manera maltrecha por más tiempo del que tengo
disponible. La única
ventaja que le veo a esta triste situación es que me permite tratar de ver
hacia el futuro del país de una manera más desapasionada, más clínica. Puedo
expresar con entera libertad mis temores, desesperanzas, apreciaciones y
extrapolaciones sobre la calidad de la sociedad en la cual viví por unos 65
años. Puedo especular, hasta con audacia, sobre la Venezuela del futuro (quien
podrá decirme que estoy equivocado?).
No me refiero a predecir quien
será el presidente (a) que reemplaze al régimen actual. Quien quiera que este (a)
sea será un venezolano (a) relativamente joven, lamentablemente no exento de la
influencia populista que ha prevalecido por décadas en la política venezolana,
aún durante las etapas más luminosas de nuestra democracia.
Por algun tiempo, difícil de cuantificar,
el liderazgo post-chavista seguirá pensando en términos de empresas básicas,
del control del Estado sobre actividades “estratégicas”, de educación y salud
gratuitas o altamente subsidiadas y de gasolina barata. Ello será así no solo
porque los herederos posibles (con excepción notable de uno (a) de ellos (a)) estarán
mentalmente condicionados a pensar en términos de ese modelo, sino porque se lo
impondrá la realidad política venezolana. La herencia que dejará este régimen
que está a punto de expirar es una herencia brutal de millones de venezolanos
ignorantes y apegados a la limosna del estado paternalista. Es una herencia
brutal de un país espiritualmente degradado, en el cual la corrupción y la
cobardía se han apoderado de venezolanos de todas las clases sociales, hasta el
punto de que - casi en cada familia venezolana – existen héroes y villanos
ciudadanos, miembros dignos y miembros indignos, miembros honestos hasta el
sacrificio de sus vidas y de su tranquilidad y miembros que no aguantaron la
tentación de la riqueza con deshonor. En esa sociedad significativamente
prostituída y carente de valores será imposible para un nuevo líder imponer un
súbito “vuelvan caras”, porque demasiada gente no lo entendería. Habrá que ir,
a pulso, apretando los millones de tornillos sueltos e instituyendo - en
paralelo - programas de largo plazo de educación ciudadana, que puedan
transformar en unos 20 años buena parte del gentio indefenso que es hoy
Venezuela en una sociedad de ciudadanos dueños de su destino.
En paralelo con esta
sistemática re-siembra de valores en el desolador erial dejado por el chavismo
ocurrirán cambios geopolíticos inevitables en nuestro hemisferio que ayudarán a
moderar nuestro ultra-nacionalismo, revaluar con más sensatez el legado
bolivariano y revisar la dañina creencia de que somos el ombligo del mundo, una
potencia mundial, el país más chévere, y que – por tanto- es justificado asumir
aires de superioridad. Este cambio de actitud debe ser promovido por el nuevo
liderazgo, a fin de que podamos entender nuestra verdadera posición en el
mundo, un país de mediano tamaño, con profundas carencias sociales, el cual
debe atender con diligencia sus debilidades más que al cacareo vacío de
pretendidas fortalezas.
No habrá una Venezuela en
posición de despegue hacia el verdadero progreso antes de 25 años. El país está
en ruinas y la labor de limpieza física y espiritual es gigantesca. No estoy
enteramente seguro de que podremos hacerlo. Hacia el final de mi viaje puedo
darme el lujo de carecer del optimismo automático que es casi obligatorio para
quienes vivirán en esa Venezuela. Está bien que nuestro liderazgo futuro hable
con confianza en nuestra capacidad de llegar a ser una gran sociedad, pero
también es necesario que se diga que tal objetivo puede no darse y no se dará, a
menos que la sociedad venezolana exhiba un radical cambio actitudinal, el cual
no vendrá por obra y gracia del espíritu santo, sino que será el resultado de
un esfuerzo sistemático y consciente de creación de ciudadanos, de una labor de
liderazgo verdadero que hable claro y deseche para siempre la retórica
populista,excluyente y sembradora de odios.
Veo la probabilidad de que en
algun momento de los próximos 50-60 años se concrete una verdadera integración
física y políitica de, al menos, tres naciones andinas: Venezuela, Colombia y
Ecuador. Ello representaría la concreción efectiva de la gran visión de Bolívar.
Esto será posible en la medida que disminuya la fiebre patriotera que es
alimentada por los acomplejados. Una Gran Colombia, o como se quiera llamar,
podría ocupar un puesto en el concierto de naciones que nuestros tres países
por sí solos jamás podrán alcanzar. Quien oiga hablar a los venezolanos de
Maracaibo, a los colombianos de Barranquilla y a los Ecuatorianos de Guayaquil
– o a Merideños, Bogotanos y Quiteños - se darán cuenta de que somos un solo
páis, separados por fronteras políticas artificiales. Nuestras diferencias
culturales son apenas el producto de la altura sobre el nivel del mar, no de
fronteras políticas. Nuestro proceso de tribalización deberá revertirse en la
medida en que el patrioterismo deje de prevalecer en nuestros países.
El petróleo tendrá que ser
gerenciado de manera desprovista de dogmas y religiones. Esto será difícil por
algun tiempo, por esa tendencia venezolana, desde la extrema izquierda hasta la
extrema derecha, de pensar en conceptos errados de soberanía y pensar que solo
el control propietario y de la operación directa de la industria petrolera puede
ser admisible, cuando lo esencial es el control fiscal y el poder de regulación.
Podremos ir a concesiones, a empresas mixtas, a contratos de operación, todas
estas modalidades simultaneamente, a ser aplicadas en cada caso específico. No
es necesario pensar siempre en máximos ingresos a corto plazo sino en óptimos
ingresos a largo plazo. No debe existir tabú alguno si la sociedad está
conscientede su valor y abandona los complejos y los clichés. La arrogancia insultante
y la pretensión altisonante y hueca de soberanía son características de
sociedades y regímenes de baja auto-estima.
Por supuesto, hay mucho más
que decir sobre el tema de nuestro futuro. Ojalá quienes se preparan para tomar
las riendas de la nación post-pesadilla, consideren que el mejor camino hacia
el futuro deseado no es necesariamente el más trillado. Ese está bien pra los
bueyes cansados, no para una sociedad con deseos genuinos de superarse y de
enfrentar sin miedo sus carencias.
Título y Texto: Gustavo Coronel, Las armas de Coronel, 08-06-2014
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