Pequeños eventos arrojan en
ocasiones alguna luz sobre nuestros problemas sociológicos de fondo.
José Mujica, presidente de Uruguay, dijo que la expulsión de Luis
Suárez del campeonato mundial de fútbol fué debida a que Suarez “vino de abajo
y no tiene una educación”. La vió como un abuso de los países poderosos contra
los pobres e ignorantes de la región.
Nicolás Maduro, el conductor
de Venezuela, aseveró que la sanción se debió a que la Fifa “no le perdona que
un hijo del pueblo haya eliminado a dos grandes equipos (juegos de Inglaterra e
Italia). Le inventaron un expediente parar suspenderlo en el fútbol cuando
brilla, para sacarlo del Mundial”. Para
Maduro la expulsión de Suárez fué un venganza del imperialismo maluco contra un
modesto hijo del pueblo, para lo cual “inventaron” un hecho que no ocurrió (la mordida)...
Mucho de lo que sucede en el
mundo es visto por los líderes “revolucionarios” de América Latina desde una
perspectiva ideológica. Se trata de fanáticos que han hecho del complejo y el
resentimiento una religión, vendiéndole a millones de pobres que “ser rico y
educado es malo”. Tanto Mujica
como Maduro afirman que la expulsión de Suárez fué un acto de agresión imperialista
contra los pueblos de América que luchan por su independencia.
En similar postura ideológica
Evo Morales acaba de decretar, generando hilaridad mundial, que los relojes de
Bolivia marchen hacia la izquierda. Nuestro difunto sátrapa modificó el horario
en Venezuela para que no se pareciese al de los países del norte y el escudo de
Venezuela para poner al caballo a correr para atrás. El sitio favorito del
chavismo,www.aporrea.org,no habla de “copyright” sino de “copyleft”. Los
ministros del gabinete venezolano solo usan la mano izquierda para
juramentarse.
Hay en ellos una obsesión de
no ser confundidos con el mundo desarrollado, de mostrar orgullo de su atraso,
de su miseria, de la viveza criolla, de eso que Maradona, un exponente de este
mundo absurdo, llamó la “mano de dios”, es decir, la glorificación de la
trampa.
A este mundo también pertenece el entrenador
del equipo uruguayo, Oscar Tavarez, quien rechazó indignado la sanción de Suárez.
Lo oí decir en la TV: “Este es un campeonato mundial de fútbol, no de
moralidad”, como si jugar al fútbol no estuviera sujeto, como toda actividad, a
las leyes de la decencia y de la ética.
Hay demasiada similitud en
estas actitudes para pensar que ellas puedan ser producto de la casualidad.
Parecen formar parte de una filosofía perdedora de la vida, de una religión
basada en la envidia y el odio que pone a sus víctimas a nadar en una salsa de
mediocridad y resentimiento. Que esa actitud sea compartida por millones en la
región latinoamericana revela la existencia de una enfermedad epidémica, más
que posturas caprichosas e individuales de uno u otro anormal.
Debido a ello el problema no
se resuelve con tratamiento psiquiátrico para un Chávez o un Ortega o un
Kirchner (sobre todo porque los psiquiatras de estos regímenes usualmente
padecen de la misma enfermedad, véanse los casos de Edmundo Chirinos y Jorge
Rodríguez). Estamos enfrentados a una inmensa aflicción colectiva derivada de
la ignorancia y la pobreza. Los líderes no han causado la enfermedad tanto como
han sido sus víctimas. Sin embargo, el estar colocados en posiciones de poder
político los ha convertido en poderosos agentes de contagio.
La solución no admite atajos.
Tiene que comenzar por la comprensión y aceptación del problema. Un miope que
no se dé cuenta de su miopía termina por atropellar a alguien antes de ir al
oculista. En nuestros países hasta quienes no padecen la enfermedad se resisten
a admitir su existencia. Solo cuando podamos aceptar que tenemos un problema
colectivo podremo ir a la solución de largo plazo, la cual deberá ser
perseverante y sistemática. Se trata de reemplazar a los millones de ignorantes
por ciudadanos conscientes de sus derechos y de sus deberes en la sociedad.
Esto no se logra en un ciclo
politico. Requiere, al menos, un par de generaciones para mostrar adelanto
real. Quienes digan que esto es imposible de lograr en nuestra América solo
debe ver hacia Chile o Costa Rica o, inclusive hacia una Uruguay sin Mujica (o
a pesar de Mujica), países que ya han logrado generar una masa crítica de buena
ciudadanía.Las estadísticas económicas y sociales en estos países son evidencia
de un nivel de calidad de vida muy superior a las de sus vecinos regionales,
llámense Venezuela o Nicaragua. Por supuesto, tenemos ejemplos claros de alta
calidad de vida en otras regiones del mundo: Corea del Sur, Malasia, Singapore,
Canadá, Dinamarca, países que prueban que el desarrollo no es tanto un asunto
de geografía o de genética como de actitudes colectivas. Una vez que se crea
una masa crítica ciudadana las sociedades desrrollan una dinámica virtuosa que
tiende a generar más progreso, mientras que donde aún predomina el gentío
existe una inercia perversa que tiende a perpetuar el atraso.
La solución demanda tiempo y
dedicación, no es “sexy” para quienes desean el progreso sin esfuerzo, para
quienes están acostumbrados a esperar sentados la acción paternalista del
estado. Solo un liderazgo vigoroso podrá echar a rodar en nuestros países el
proceso de creación de ciudadanía que nos libere de la miseria y de la
ignorancia. Esa si sería la verdadera revolución latinoamericana.
Título, Imagem e Texto: Gustavo Coronel, Las armas de Coronel, 29-06-2014
Grifos: JP
A demência socialista não encontra limites: Nicolas Maduro diz que Suárez foi punido por derrubar potências européias
ResponderExcluirNovo apagão na Venezuela só pode ser obra da CIA
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