
La esmerada educación que
recibió Leopoldo, en colegios y universidades de primera categoría mundial, lo
prepararon para una posible carrera profesional en alguna empresa venezolana o
corporación multinacional de primera línea, donde con toda probabilidad hubiera
ascendido a los más altos niveles. Sin embargo, Leopoldo tenía un vocación de
servicio público, la cual lo llevó, casi desde su graduación en Harvard, donde
obtuvo un maestría en Políticas Públicas, al ejercicio político en Venezuela.
En la alcaldía de Chacao llevó
a cabo un labor modernizante y de interesantes iniciativas en el campo de la
administración pública. Fundó un grupo político junto con jóvenes de su mismo
perfil entusiasta y optimista. Le tocó iniciar su carrera política durante la
vigencia del régimen de Hugo Chávez Frías, un régimen excluyente y abusivo. Por
lo tanto la carrera de Leopoldo López Mendoza, la cual hubiera podido ser
meteórica en un entorno democrático como el que imperó en Venezuela por largos
años, sobre todo entre 1958 y 1976, se convirtió - por necesidad – en una lucha
en defensa de la democracia y la libertad conculcadas por un régimen
extranjerizante, populista e inepto.
El empuje que traía Leopoldo,
el cual lo hubiera llevado pronto a las más altas posicione políticas de la
nación tuvo que ser progresivamente desviado de las tareas de la administración
pública, en las cuales se había destacado, a la lucha por defender y conservar
los amenazados espacios democráticos. En esa tarea de lucha política se destacó
pronto por la contundencia de sus ideas y su carisma. Se convirtió en une de
los tres o cuatro líderes más importantes de la oposición y llegó representar
una de las principales alternativas democráticas para desalojar del poder al
régimen chavista.
El régimen actuó en su contra
y lo hizo objeto de una inhabilitación absurda, condenada en las instancias
internacionales por la Comisión Intermericana de los Derechos Humanos de la
OEA. El efecto práctico de esta inhabilitación - sin embargo – fué impedirle
consolidarse como líder victorioso de la oposición. Sin mezquindades, Leopoldo
López Mendoza apoyó a Henrique Capriles como candidato presidencial de la
oposición y siguió militando en las filas de la Mesa de la Unidad Democrática.
Su estilo político lo acercó al pueblo y su rápida aceptción por las clases
populares llevaron al régimen a hostigarlo, a entorpecer su labor, en ocasiones
atentando contra su seguridad física y la de sus seguidores.
El galopante deterioro del
país lo llevó a pensar que era imposible mantener una estrategia política de
espera y de paciencia. Advirtió el peligro que enfrentaba la oposición de irse
convirtiendo gradual e insensiblemente en parte de un sistema político
perverso. A principios de este año comenzó a hablar de una postura
oposicionista más decidida. Junto con otros líderes de valía, Maria Corina Machado,
Diego Arria y Antonio Ledezma propusieron La Salida. Leopoldo López Mendoza la
definió así:
“¿Cuál es la salida a este
desastre?, nosotros creemos que la convocatoria a una salida política no es
solamente con organizaciones políticas, no es solamente en un espacio
restringido, esa discusión de hacia dónde tiene que ir Venezuela tiene que
convocar a un pueblo, tenemos que escuchar al pueblo venezolano, tenemos que
debatir… nosotros estamos conscientes que la salida tiene que ser, primero que
nada, popular, popular con la gente... gente que quiera la salida, gente que
quiera ser la fuerza de un pueblo que busque cambio, segundo, una salida
democrática y tercero una salida dentro de la constitución, existen distintas
herramientas que nos ofrece la constitución, y nosotros debatiremos con el
pueblo cuál de estas herramientas es la más oportuna… y la que nos permita
avanzar hacia una mejor Venezuela…”.
Era una postura que difería
del sentarse a esperar, orientada a la acción de calle, a la protesta popular,
todo encuadrado dentro de las leyes. Esta postura se combinó con la acción
estudiantil, la cual surgió en paralelo y en respuesta a situaciones
específicas surgidas en Táchira. Estas dos iniciativas cívicas se combinaron a
medida que se desarrollaban los acontecimientos para configurar un poderoso
movimiento popular que se extendió por largos meses durante este año de 2014 y
que ha contribuído poderosamente a acelerar el proceso de descomposición del
régimen, de ello no puede haber duda.
La extraordinaria saga de
Leopoldo López Mendoza adquiere, con su prisión por parte del régimen, un
contorno dramático. Su entrega representa un gran gesto, de los que hacen
historia. En Venezuela el liderazgo político ha sido frecuentemente cauteloso,
calculador, prefiriendo la negociación, el acomodo y la excesiva prudencia.
Leopoldo López se puso al frente de un movimiento popular y dio la cara. Su
entrega al régimen se inscribe entre los grandes gestos y actitudes del
verdadero liderazgo político venezolano: los de José María Vargas, Medina
Angarita, Villalba, Gallegos, Betancourt, Leoni, Carnevali, todos quienes, en
momentos claves de la historia política venezolana, pensaron en términos de
principios ciudadanos y no de intereses, de su papel en la historia y no en el
riesgo personal.
Por meses Leopoldo López
Mendoza ha permanecido en la pequeña celda oscura de una prisión militar,
aislado, sin poder hablar en privado con sus abogados y frecuentemente sin ver
a su familia, objeto de violencia física, de torturas psicológicas y de un
juicio grotesco en el cual se le niega el derecho más elemental a su defensa,
tal y como se describe en detalle en el documento preparado por Jared Genser y
José Antonio Maes, el cual está en manos de las instancias internacionales. La
relativa indiferencia de algunos de sus colegas de la oposición, el
ensañamiento del régimen, la total ausencia de transparencia judicial, la
impunidad con la cual actúa el régimen, la pasividad del pueblo ante la
injusticia que se desarrolla ante sus ojos, le ha dado a la prisión de Leopoldo
López Mendoza la configuración de un sacrificio, convirtiendo su saga en gesta.
Comprendemos las angustias y
decepciones que debe sufrir toda su familia, al ver que transcurren los días
sin que se manifieste una protesta popular vigorosa que logre su libertad.
Desearía aliviar su carga, ayudarlo a llevar su cruz. No quisiera ser un
espectador impotente más de su sacrificio. Sin embargo, este régimen de
pesadilla que oprime y destruye hoy a Venezuela ni siquiera permite el
ejercicio pleno de la solidaridad.
El régimen agoniza aunque arrastra
una buen parte de la nación en su agonía y cierta desaparición. Aunque es
imposible predecir el futuro todos podemos hacer pronósticos. Pronto saldrá
libre Leopoldo López Mendoza, es decir, libre su cuerpo, porque espiritualmente
nunca ha sido un prisionero. Venezuela lo verá en funciones importantes de la
nueva etapa democrática que se ve y oye llegar.
Título, Imagen y Texto: Gustavo Coronel, Las armas de Coronel, 21-08-2014
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